The Shade Machine
Soñé con un grupo de tres drag queens que habían obtenido acceso a una novedosa tecnología, con la que podían transferir sus consciencias a cuerpos compuestos por materiales inorgánicos.
Una de ellas, la más llamativa, ocupaba un maniquí que se encontraba en la bizarra frontera entre el volumen y el plano: la parte superior de su cuerpo era tridimensional, pero de la cintura para abajo se afinaba de tal manera que las piernas parecían una lámina de plástico blando. Además, caminaba sobre una plataforma de la que salían zancos de unos dos metros, y su cabeza tenía cuatro tubos desde los que lanzaba diversas substancias: uno disparaba café, el otro leche, el otro humo negro y el otro aire comprimido. Todo esto la convertía en la persona con más dificultades para moverse y con frecuencia sufría los accidentes más estrepitosos.
Yo trabajaba con dicho grupo limpiando un escenario flotante para bodas y eventos similares que se encontraba sobre el río, cerca del puerto. Pero terminar el trabajo era prácticamente imposible, porque las drags se peleaban todo el tiempo y por los motivos más absurdos. Se criticaban permanentemente unas a otras y acababan enredadas en peleas que siempre terminaban con una o más de ellas en el agua. En realidad lo que querían era ascender de categoría y poder ofrecer espectáculos sobre el preciado escenario, sólo que el momento aún no había llegado…
Por mi parte, disfrutaba secretamente de esas trifulcas, que en realidad encontraba cautivantes. Me quejaba en voz alta para intentar detenerlas, pero a la vez me quedaba maravillado viendo a aquellos seres biomecánicos forcejear y caer al agua en la luz del atardecer.